sábado, 27 de abril de 2013

Días de color.

Otro día lluvioso en este mundo gris, donde el sol no calienta, lo sonidos son sordos y nuestra voz es muda.
Camino viendo a la gente pasar, observando los pocos creenciales que les quedan, en eso nos parecemos, ya no queda esperanza para nosotros.
Y sigo caminando, los colores tornan a un sepia claro, mientras cada uno se pierde en su mundo, recordando colores pasados.
Andamos sin rumbo fijo esperando que el camino se termine alguna vez, intentando aguantar unas lágrimas que no mojan.
Cada uno intenta entonar su canción favorita, intentando sonarr alegres, pero lo único que sale son sollozos aguantados que buscan un hombro sobre el que llorar, y siguen caminando.
Siguen caminando por este mundo de colores sepia, sin voz, sin aire, sin lágrimas, sin esperanza, intentando retonar a lo pasado que, aunque era difícil, era feliz, un pasado con color, en el que las canciones sonaban alegres.
Mientras el frío de la lluvia me salpica lloro en silencio, intentando que por fin alguien escuche mi voz.
Esa voz que suena tan ausente, pero que con tanta persistencia pide color, el color de un pasado más feliz.

Una noche cualquiera.


Subido a la silla de mi habitación, asomado a la ventana abuhardillada  de esta, viendo como caen las gotas de lluvia, pequeñas y vulnerables pero que se hacen oir al chocar contra el cristal.
Abro la ventana y dejo que el aire fresco de la calle me inunde, mientras a mi olfato llega el olor a mojado, y mis ojos ven las gotitas hacer chorros de agua que caen en forma de goteras al duro asfalto.
La brisa es suave, como cualquier noche de principios de Primavera, y no es noche completa, ya que farolas y edificios hacen de la noche, un día con menos luz de lo habitual, no hay ningún coche en la carretera, ningún ruido fuera de lo habitual, solo el murmullo de la lluvia que cae de un cielo nuboso. 
Y pasa un coche, lentamente, no tiene prisa, es más, parece que como yo, el conductor del vehículo esta disfrutando de esta noche.
Cruzo los brazos y apoyo la cabeza en ellos, miestras mis pies estan apoyados en la silla, tambaleantes y adormezidos, pero  tiesos, ya que ni ellos quieren que me pierda este momento.
Una gota se cuela en mi habitación y se resvala escurridiza por mi nariz, esta fría, me hace cosquillas, pero no me muevo, quiero que siga su trayecto.
Y cuando esta justamente al borde de mi nariz, se desace como si no hubiera existido nunca, dejando una estela fría a lo largo, pero no es un frío molesto, es un frío acojedor, que te invita a abrazarlo, a querer más, y mientras tanto, más gotas de una lluvia que se antoja infinita ante mis ojos cae sin parar.
Bostezo y me voy despidiendo de mi acompañante de noche que ha sido el agua, de mi pequeña vigilante que es la luna, y de mis observadoras las estrellas, mientras miro al cielo me relajo, pensando en que todo es posible.
Y el olor a mojado se va desvaneciendo poco a poco, mi ventana se cierra con un leve crujido, bajo la persiana y dejo de ver a la lluvia, me meto a la cama, aparto el edredón, me acurruco a un lado, haciéndome un buruño y cuando cierro los ojos y dejo de escuchar mis pensamientos , empiezo a oir de nuevo el toc-toc de la lluvia en el cristal.

En el punto de mira.

No soy nada, o almenos, soy lo que queda de mí.
La frase sería: No soy suficiente.
Y ahí estoy en el punto de mira del almirante de un barco velero, que por más que hago, no aparta el catalejo de mí.
Alomejor tiene que derribar mi barco y esta esperando al momento justo.
Alomejor es el enemigo, que intenta saber todo sobre mí.
O alomejor solo es alguien que quiere conocerme, que esta esperando paciente a que vuelva a ser como antes, a que me recomponga como un barquito de madera azotado por las caprichosas olas.
Intentaré llegar hasta él, espero que este igual de cerca de lo que parece estar...
Y así es, no hay casi distancia pero en el último momento dudo, como siempre, y no me atrevo a coger la escalera que me tiende con una sonrisa, desconfio y aparto la mano, intentando ser cauto cuando realmente no subo por miedo.
Y poco a poco, el barco velero del pequeño almirante se va alejando, aunque sigue mirándo con su catalejo dorado, no se porque lo hará, no valgo la pena.
Y esos pensamientos me llevan a la desesperación más profunda, que originan torbellinos de amargura en el agua del mar, torbellinos que resquebrajan mi bote, mi pequeña ancla a la vida, y la madera cruje, el banco se rompe en dos, y como en toda película el barco se hunde, llevándose consigo todo lo demás, y me quedo en el mar de escombros que he formado, sin pensar en nada, unicamente floto en unas aguas mas turbulentas de lo que me gustaría que fuesen.
Me da por mirar allí donde había estado el almirante, y aunque se que se ha ido, me viene a la cabeza su imagen sonriendo, señalando en dirección contraria, miro allí donde me señala el dedo de aquel que sonrie, y de repente  el agua turbulenta parece más mansa, la desesperación se ha ido, y con ella los torbellinos en el agua plateada, veinte barcos veleros se aproximan imponentes, cada uno con una persona sonriendo en su proa, con un catalejo en la mano y saludando con la otra, invitando a que suba.
Y esta vez, el miedo se va, "no puede ser peor que esto" y subo al barco esperando un "hola" y para mi sorpresa recibo un abrazo, el abrazo de un amigo, que se que me tendrá en su punto de mira para siempre, preocupándose de mi, buscándome cuando naufrague, ayudándome a encontrar mi norte en un mar infinito.

No más.


Y me dijeron que aguantara, que pasase, pero cada vez me hundo más, y a mi alrededor no hay más que oscuridad. 
No pido ayuda, porque no creo necesitarla, lo único que pido es ser lo suficientemente fuerte como para poder aguantar la ola venidera, que se aproxima arrolladora con hambre de caos.
Que se que el mundo esta lleno de gente tanto buena como mala, pero maldita sea mi suerte que solo me encuentro con indeseables.
Tolerable que sea el listo capaz de aguantar esa ola de humillación, yo espero que arrase pronto, y que se vaya con la misma rapidez viperina con la que vino.
Suelto versos enlazados para sobrepasar con elegancia esta etapa de mi viaje, me ahorro lágrimas para parecer más fuerte, creyendo que llorar no es de valientes.
He intentando no llamar la atención en un mundo que tiene como suelo tambores, me escondo en mi mismo, esperando que no me vean pasar, y que así esas personas indeseables no hablasen de mí, siendo invisible para las malas lenguas que se clavan como puñales, sin sangre, pero que duelen igual.

Infinitos.



¿Quién no ha deseado nunca ser inmortal? Tener que morir a manos de un futuro  incierto es algo trágico y tormentoso, ¿Quién no querría vivir para siempre al lado de los que quieres? La idea de vivir para siempre destroza todo lo que pasa ¿Qué sería de mi cuando te viese cerrando los ojos en el fin de los días? No quiero, me gustaría vivir contigo para siempre, viviendo como humanos que es lo que somos, pero con la certeza de que tendríamos todo el tiempo de este mundo para ser felices el uno  con el otro.
Me gustaría saber cuando se me van a acabar las oportunidades, para no perderlas, para aprovecharlas al máximo, siempre seguro de que algún día podríamos saberlo todo el uno sobre el otro.
¿Quién no teme a la muerte? Estúpidos humanos los de hoy en día ¿Verdad? No creas que todo el mundo es igual, pero la gente piensa que pueden ser inmortales, pero la única manera de ser inmortal en este mundo
es hacer una proeza digna de llamarse heroicidad, que solo será valorada por unos pocos, aquella proeza es recordada por la gente de bien común, cuyo criterio es nulo, esas personas son las únicas que pueden llamarse “inmortales”
Es verdad también que muchas personas juran un para siempre (si es que existe tal cosa, me gustaría verlo), dentro de las cosas corrientes y normales podríamos destacar una o dos entre un millón, esas ocasiones que también se podrían llamar inmortales, los demás estaremos encadenados a un futuro desconocido por todos los demás, no quedaría nadie para recordarnos.
¿Y con esto que quiero decir? Yo te prometo un para siempre, esperando que me des un “ahora” que se pueda prolongar hasta un futuro menos incierto ,juntos, cada humano busca su destino con la persona que corresponda a sus ideales de “perfección”, y así hasta el fin de sus días, esperando ser recordados.
 Al jurar que somos infinitos nos estamos mintiendo a nosotros mismos pero tenemos la poca razón humana  para creer que todo es posible, y pensar que después de que esto pase, sigamos siendo igual de infinitos, por y para siempre.